EL DESPERTAR

Cuando entramos en el metro ese tipo dormía, como se dice, a pierna suelta. Estaba sentado en el asiento derecho de un bloque de tres asientos, pero para su comodidad había estirado su brazo izquierdo a lo largo de los otros dos respaldos, de modo que ocupaba todo el asiento completo y nadie se atrevía a sentarse a su lado. Al rato empezó a roncar. Entonces Susi se acercó riendo, con esa risita infantil que pone siempre cuando va a contar un chiste o gastar una broma, y todos nos acercamos con ella, porque sabíamos que algo divertido podía ocurrir. Entonces, muy lentamente, se sentó al lado del tipo, encajando su brazo izquierdo en el hombro, dejando la mano caer sobre ella tocando casi su pecho izquierdo, y se fue adaptando, colocándose como si formara pareja con él, hasta que realmente parecía formarla, de modo que cualquier viajero que entrara en ese momento en el vagón pensaría sin duda que iban juntos, y cerró los ojos como si también durmiera. Suavemente acercó el pie derecho al izquierdo de su compañero, propinándole una sutil patada que lo despertó, sobresaltándolo primero por el brusco despertar y después al descubrir a Susi bajo su brazo, mirando extrañado sin entender nada. Ella permanecía quieta, supuestamente dormida y en silencio y nosotros tuvimos que girarnos para que el tipo no nos viera reír ni nos relacionara con ella. Alguien, creo que fue Cloe, dijo: “hemos llegado, es esta estación”, se abrieron las puertas y todos miramos hacia Susi sin saber qué hacer. Y ella repentinamente se levantó corriendo, salió del vagón precipitadamente, seguida de nosotros, y le dijo adiós con la mano, lanzándole un beso que quizá, se le ocurrió, nunca olvidaría.

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