HUMAROMA

Ocurrió en un semáforo. El coche precedente soltaba mucho humo y entró ese desagradable olor por las rejillas del aire. Arturo pensó: “sería perfecto poder aromatizar ese humo”. Y se le encendió la bombilla. Al cabo de unos meses el producto de moda era “Humaroma” y todo el mundo lo llevaba en su coche. Unos le ponían olor a lavanda, otros a rosas, otros a limón, frescor marino, pino, flores blancas, fresa, vainilla, manzana y caramelo. El aire de la calle era un amasijo de olores que atrofiaba las pituitarias de los paseantes. Todo se complicó aún más cuando la empresa de Arturo, en plena efervescencia, decidió añadir color a los olores, y entonces de los tubos de escape salía además del aroma un humo coloreado asociado al olor, de modo que si en un semáforo había un coche parado emitiendo humo verde sin duda llevaba el aroma a manzana, si rojo a rosas, si azul a frescor marino, si blanco a flores blancas, marrón a caramelo, rosado a fresa, amarillo a vainilla o verde oscuro a pino. Y el aire se volvió una nube de colores, y cuando un coche de olor a rosas se acercaba a otro de frescor marino el humo subía y se fundía en un abrazo violeta. Aquel arco iris constante, mezclado con el aire excesivamente perfumado, convirtió la ciudad en una pesadilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario