EL UNIVERSO-OMBLIGO

Esta es la historia de un ombligo cualquiera. Nació doce días después que su dueño, cuando consiguió por fin perder ese trozo de carne ennegrecida que lo taponaba, impidiéndole sobrevenir a este supuestamente perecedero y al mismo tiempo interminable universo. Como agujero era hermoso, porque la carne que lo rodeaba se había allanado y al mismo tiempo arremolinado en forma de espiral. Como elemento útil de la naturaleza no era nada. Tan solo un ombligo. El recuerdo de una antigua utilidad prenatal, cuando el centro geográfico por el que entraba la comida que hacía crecer al bebé como a una planta anunciaba su futura existencia. Aquel momento, cuando ni siquiera existía como ombligo, fue su mejor momento. Después ya nunca fue nada. Ni siquiera un reclamo sexual: tuvo la mala suerte de pertenecer a un hombre con tendencia a engordar y espíritu depresivo. Como mucho pudo llegar a hacerse famoso aquel día en que, de forma simbólica, alguien dijo a su dueño: “te pasas el día mirándote el ombligo”. Pero ni siquiera lo había mirado al decirlo. Solo fue una expresión popular como otra cualquiera.

Nunca tuvo conciencia de su existencia pero, lo que es aún peor, tampoco la tuvo de su inexistencia, que era su verdadera realidad, porque un ombligo, no nos engañemos, no tiene conciencia, un ombligo no es más que un agujero, pero es que además un agujero no es nada en sí mismo, únicamente tiene sentido dependiendo de qué lo rodea.

Pero ah el día en que su dueño murió, ese día se hizo memorable para él, que siguió en el mismo sitio, ocupando el mismo lugar, siendo el mismo agujero que no cambia, dejando que cambiara su entorno hasta ver desaparecer la carne a su alrededor y unirse así con el aire, fundiéndose con el universo entero.

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