AL SUELO

Tumbados boca abajo con las manos en la cabeza solo podíamos mirarnos unos a otros, escuchar las pisadas entre nuestros cuerpos y los cuchicheos cómplices, las bisagras cediendo ante el impasible revólver apuntando la cabeza de la pobre cajera horrorizada, el arrastrar de las sacas llenas de lo que imaginábamos dinero, el chirriar de unos frenos ante la puerta del establecimiento, el simultanear de los portazos, el crujir del motor alejándose, el anunciar de la sirena de la policía, el agarrarnos los brazos y decirnos "no se preocupen, ya pasó todo", el llorar tras la tensión de no saber si hoy era nuestro último día en el mundo, el llamar a nuestros maridos, el abrazarlos cuando vienen a buscarnos desde el trabajo, el irnos a casa, el contarlo en todas partes porque el psiquiatra dice que es mejor contarlo, el atraco a mano armada que se ha producido esta mañana, entre las 12 y las 13 horas, en el número 15 de la calle de los Morgados.

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