PASEABA

Paseaba por la calle Mayor de Madrid cuando sintió un cosquilleo en su cadera. Al mirar descubrió que un niño de unos ocho años casi había conseguido extraer su cartera del bolsillo. Se la arrebató rápidamente, volvió a meterla en el bolsillo y le dijo:

–¡Eh! ¿Qué haces?
–¿Yo? Nada –respondió mirándolo desafiante.
–¿Nada? Me estabas robando la cartera, chico.

Al otro lado apareció otro niño algo más mayor, de unos trece años, con un cuchillo.

–Oye, a mi amigo nadie le llama ladrón –dijo, mientras le clavaba el cuchillo en la ingle derecha, al tiempo que el otro niño volvía a meter la mano en su bolsillo y le extraía la cartera, ya sin resistencia, y los dos se lanzaban a la carrera sin tiempo de observar como el cuerpo de su víctima se arrugaba hasta caer al suelo ante la impávida mirada de los demás transeúntes, que siguieron caminando, esquivándolo, como si de un borracho dormido se tratase.

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