LINDA CALAMIDAD

Me levanté por la mañana, me palpé y fui corriendo al espejo. Ahí estaba el maldito grano. Intenté maquillármelo pero, como siempre, no hubo modo de taparlo. Yo extendía con delicadeza la crema y, cuando conseguía que quedara perfectamente maquillado por un lado, se veía siempre por el otro; entonces intentaba tapar el otro lado, pero algo hacía que volviera a salir por el contrario. Como siempre, terminé por desistir. Al salir por el portal el portero me dijo: “Buenos días, guapa. Anda que cada día estás más guapa”. Al llegar al colegio mis amigas me dijeron: “Huy, qué guapa estás hoy”. Al salir del colegio unos chicos me silbaron. “¡Guapa!”, gritó uno. Al entrar en el portal salía mi vecino y, mirándome lascivo, me dijo “hola preciosa”. Mi madre me dijo “qué guapa es mi niña, cada día más” y ya harta de que todo el mundo estuviera loco me encerré en el cuarto de baño. Me miré al espejo, con ese grano en medio de la cara y sonreí porque, qué demonios, el grano me sentaba bien.

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