EL CINE DE LOS MANCOS

Apagaron las luces de la sala. Nunca me había ocurrido algo así: éramos los dos únicos espectadores. Empezó la película y los dos miramos hacia atrás, hacia la sala de proyección, y después nos miramos con la misma sonrisa cómplice. “¿Te atreves?”. “No”, contesté con la mano en sus pantalones. “Yo tampoco”, dijo él mientras me levantaba la falda. Nos reímos. Fuera estaba lloviendo.

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