MARÍA PERSECUTORIA

Escuchó la grabación que anunciaba por megafonía su estación de metro y se levantó. A su lado había un chico joven que le pareció muy atractivo. En la estación bajaron los dos y se encaminaron a las escaleras. Subieron las escaleras y llegaron a un pasillo que terminaba en las escaleras mecánicas de salida. Atravesaron el pasillo y subieron. Al llegar arriba, se dirigieron hacia la salida que indicaba “pares” y subieron las escaleras hacia la calle. Siguieron calle abajo. Torcieron por la segunda a la derecha. En ese momento ella volvió a mirarlo de nuevo, en tono de sospecha. Continuaron caminando por la calle hacia abajo, atravesaron la avenida principal y bajaron otras dos calles para torcer por la siguiente hacia la izquierda. Ella volvió a mirarlo de nuevo, esta vez molesta. Él la miró indiferente, con un gesto de coincidencia. Al llegar al portal del número 27 ella se paró en seco y casi se choca con él, que también se paró en ese portal. Llamó al piso tercero izquierda y él la miró sorprendido. A esas alturas, ella no sabía si sentir miedo, pues él no hacía nada, ni marcharse ni llamar a algún otro piso. Estaba allí parado observándola.

-¿Quién?
-¿Ángel? –dijeron los dos a la vez. Sonó el crujir accionador de apertura de la puerta, pero atrapados en su propia reacción ninguno de los dos llegó a empujar a tiempo.
-¿Yaa? –dijo Ángel a través del aparato.
-¡No! –volvieron a pronunciar al mismo tiempo. Ahora Ángel apretaba el botón durante un buen rato y los dos pudieron empujar.
-Tú... –comenzó a decir él.
-Yo... Soy amiga de Ángel –respondió ella.
-Yo también –le dijo él.
-¡Qué casualidad! –rieron.
-¿Cómo te llamas?
-María. ¿Y tú?
-Bonito nombre. Yo Pablo.
-Bonito nombre también. Encantada, Pablo –se besaron en las mejillas.
-Es gracioso, ¿verdad? ¿De qué conoces tú...?
-¿Subís o qué? –dijo Ángel a través del micrófono.

Pero no subieron.

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