DIARIO DE A BORDO

Día primero: no ha ocurrido nada destacable.

Día segundo: no ha ocurrido nada destacable, salvo el mosquito que ha picado a la chica de Seguridad.

Día tercero: no ha ocurrido nada destacable.

Día cuarto: nada destacable.

Día quinto: esta mañana han cambiado la mermelada del desayuno, en lugar de ser de fresa era de melocotón.

Día sexto: nada destacable.

Día séptimo: hemos girado un tanto bruscamente en un momento del viaje en que la mayoría de la gente dormía la siesta.

Día octavo: no sé qué hago escribiendo este diario, ni siquiera sé muy bien por qué empecé. Tan solo quedan dos días de viaje y todos los días he hecho lo mismo: levantarme, desayunar, pasear por cubierta, comer, dormir la siesta, merendar, escuchar música en el salón de música, cenar y marcharme a dormir. El tiempo forma, como el cielo despejado, la brisa matutina o la humedad del aire, la forma de las olas, la línea azul del horizonte, las conversaciones de las mismas personas sentadas en las mismas mesas, los camareros vestidos de la misma forma, una línea de continuidad que me hace sentir cierta angustia. Quiero cambiar.

Día noveno: me he tirado por la borda. He sentido la emoción y el vértigo de caer, el agua fría entrando en contacto bruscamente con mi cuerpo, mis pies sacudiéndose rápidamente para subir, la tripulación luchando por hacerme llegar ese flotador que uno siempre cree un adorno y resulta ser un flotador, bajando la barca para ayudarme a subir en ella y elevarla con las manivelas, ayudarme a bajar, secarme, darme un té caliente, preguntarme cómo me siento. Ha sido muy divertido y emocionante.

Día décimo: ya llegué. Ahora lamento no haberme tirado en el segundo día, se me ocurren tantas cosas que podía haber hecho. Pero volveré el año próximo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario