CUANDO EL DESTINO QUIERE

Uno – Ella me había dicho que vivía en el barrio por el que yo conducía el autobús.

Dos – Él me contó que era conductor de autobús y me hizo gracia, no sé por qué. Pero no le pregunté de qué autobús, por si acaso pasaba por mi barrio.

Uno – Cada vez que pasaba por su barrio iba pendiente de todas las mujeres que pasaban por las aceras. Un día casi me salto la parada, absorto buscando su cara entre la gente.

Dos – Cuando veía un autobús al pasar por la calle siempre miraba al conductor por si era él y lo reconocía.

Uno – Nunca la vi. Llegó un momento en que miraba a todas partes y ya no recordaba qué estaba buscando.

Dos – Nunca lo vi. Reconozco que no estaba muy pendiente de los autobuses.

Uno, dos – Cruzó la calle corriendo, pues llegaba tarde. En la acera, un autobús se había detenido en la parada y había abierto las puertas para dejar subir a los viajeros. Ella corrió por detrás del autobús y cruzó con el semáforo prohibido, esquivando a un coche que bajaba a más velocidad de la que había calculado. Dio un último saltito para subir a la acera y siguió corriendo por la perpendicular, calle abajo. Él observaba por el retrovisor descender a la gente, sin dejar que sus ojos tomaran profundidad en el espejo para ver pasar una mujer, la mujer a la que había buscado con la mirada tantas veces. Ella ni siquiera se había fijado en el autobús, pues iba con prisa, pero aunque lo hubiera hecho no tenía ángulo para verlo a él. Estaban muy cerca, pero no se vieron.

Uno, dos – Tres años después le cambiaron de línea. Ella, en una conversación con unas amigas sobre los locos conductores de autobús, dijo no conocer ninguno y en cierto modo así era, pues había olvidado completamente su identidad. Él seguía mirando a todas las mujeres que pasaban por las aceras, sin darse cuenta de que ya no tenía sentido.

Y tres – Cuando la vio en la barra de aquel bar del Norte de la ciudad supo que era ella. Ella lo vio y sonrió, reconociéndolo. Nueve años más tarde se encontraron en un bar cualquiera en el que habían entrado por accidente y, sin saber por qué, se besaron apasionadamente.

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