–Mírame a los ojos y dime que no lo has hecho.
La miró a los ojos.
–No lo he hecho.
Ella miró hacia otro lado sin creerle. Él miró hacia otro lado imaginando que le había creído. Ella se levantó para irse y se giró en último instante, al tiempo que él agachaba la cabeza para intentar esquivar ser descubierto sin poder controlar la mirada culpable. Él se levantó y caminó hacia ella:
–Ahora mírame tú a mí a los ojos y dime que me crees.
Ella lo miró a los ojos.
–Te creo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario