MEDICAMENTOSIS

Iba a hacer la comida cuando me di cuenta de que tenía un horrible dolor de cabeza. Me tomé una pastilla analgésica, pero como ya sabía que me iba a bajar la tensión me tomé también la de la tensión, un relajante muscular para no ponerme nerviosa con tanto dolor y lógicamente también un antiácido, para que las demás pastillas no me hicieran daño. Cuando estaba tomando las cuatro pastillas me di cuenta de que no tenía sentido tomarme todo aquello sin añadir las píldoras de vitaminas, para fortalecerme, y como no me sentía segura con el antiácido me tomé también una cucharada de aquel jarabe antivómitos. Me sentí un tanto mareada –la tensión, supuse– y fui a sentarme un poco. Me noté el latido un tanto acelerado, de modo que añadí al cóctel una pastilla que me recetaron una vez para el corazón, azul era, junto a la que me tomo cuando me altero con el café, y me las tomé también. Me eché un momento en el sofá y no sé cómo ocurrió, pero me desperté al día siguiente. El sofá tenía una mancha como la que dejan los bebés cuando babosean, después de mamar, la leche que les sobra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario