EL ALTERNATIVO FINAL DE RAMÓN SAMPEDRO

Tragó el líquido despacio, casi con dificultad. Todo el tiempo se miraban a los ojos. Ella contenía las lágrimas. Cuando terminó, le retiró el vaso y lo dejó sobre la mesita. Él la miró, con gesto dulce, notando cómo comenzaba a hacer efecto el vaso de somníferos. Antes de cerrar los ojos sonrió y le dijo: “Gracias”. Ella rompió a llorar, pero él ya no la escuchaba. De pronto, se dio cuenta de que no podía dejar que continuara, de que nunca se perdonaría el haber contribuido a ese final, por más que fuera el final deseado, suplicado por él, y se sintió invadida por una inusitada agitación provocada por el arrepentimiento. Se levantó, dando algunos pasos hacia delante y hacia atrás con nerviosismo, sin saber bien qué hacer; de pronto, decidida, firme, lo agarró por la barbilla con una mano y le metió fuertemente los dedos de la otra en su garganta. Un desagradable vómito blanco formó una mancha de nube en aquella colcha azul celeste. El hombre tosió, sintiéndose de pronto tan molesto como si lo hubieran despertado de la siesta antes de tiempo, y ella tuvo que soportar el peso de su mirada reprobatoria mientras marcaba, con los dedos manchados de vómito, el número de emergencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario