PUNTUALIDAD RELATIVA

Miró el reloj de la estación. Las 12:53. Apenas siete minutos para llegar a tiempo a su cita y el tren no llegaba. No lo lograría. “Ha de ser puntual, en caso contrario no se moleste en venir”, le había dicho el señor Luengo. El tren llegó con cinco minutos de retraso. Dentro, sentado, dormitando, iba el Señor Luengo. Él también llegaba tarde. Disimuladamente se escondió colocándose de espaldas cerca de la puerta para salir antes que él. Al llegar a la estación, se bajó y corrió escaleras arriba hasta la salida. Al salir, se detuvo. El señor Luengo salió a las 13:04. Se saludaron. Él hizo como si hubiera estado esperándolo hasta entonces y sintió como si hubiera ganado el juego. Lo que no sabía era que el señor Luengo le había visto entrar en el vagón y se había hecho el dormido.

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