LA ERÓTICA DEL FUTURO (desde una frase Charles Dickens)

Llegaban ya a la última calle de la ciudad. Ya no quedaban calles ni casas, solo el campo y el horizonte.

–¿Podría parar, por favor?
–¿Aquí?
–Sí. Aquí.

El taxi se detuvo; Denis pagó y salieron. El coche arrancó y lo vieron alejarse agarrados de la mano, casi con ganas de decir adiós. En la noche, la calle era gris, oscura; una leve neblina cubría el cielo y hacía que todo pareciera estar borroso, impidiendo distinguir las formas con exactitud, lo que daba al paisaje un tono de melancolía. Encaramado en lo alto de una vieja tapia cubierta de musgo, un gato caminaba lentamente rumbo hacia ninguna parte, olisqueando con suavidad su entorno, vigilante, alerta ante un posible enemigo contra el que defenderse o del que alimentarse. El paso del gato sobre la tapia, de derecha a izquierda, fue muy lento, casi como si la imagen se hubiera ralentizado, de modo que Denis y Lue, agarrados de la mano, frente a la tapia, pudieron observar lentamente esa forma tan delicada que tienen los gatos de desplazarse cuando lo hacen lentamente, agachados, casi arrastrándose, con movimientos curvilíneos, muy suave, tan lentamente que hubo un instante en el que los tres –incluido el gato– se permitieron la licencia de no pensar absolutamente en nada.

Con solo apretar un poco la mano de Lue, Denis inició el movimiento. Echaron a andar hacia la tapia; cerca de uno de los árboles tras los que había desaparecido el gato un momento antes había un agujero por el que entraron. Al otro lado no había nada, apenas un descampado con algunas piedras y muchos hierbajos.

Y allí, detrás de la tapia que cercaba el terreno que acababan de comprar, en el suelo, entre las piedras, Denis y Lue se amaron hasta el amanecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario