Y tú me tiraste la copa de ajenjo
y oscura la noche cayó sobre mí;
lamiendo la copa descendí hasta el suelo;
por seguir bebiendo el suelo lamí.
Tírame la copa, que a mí no me importa;
tírame la copa y la tuya hurtaré.
Porque es el ajenjo agua deliciosa
que no ha de tirarse ni por un traspié.
Bebamos, hermano, bebamos ahora
que el dinero dura; después llegará
con nuestra pobreza nuestra mala hora
durmiendo en la calle con indignidad.
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