ASÍ ES EL AMOR

De espaldas a la ventana, no la vi hasta que la tuve encima, de modo que me asusté. Era roja y negra, como el amor, a veces rojo y a veces negro, y revoloteó a mi alrededor como si tuviera algo que decirme. Sobresaltada, mi primer instinto fue matarla de un zapatillazo, pero de pronto sentí como si una ráfaga de amor hubiera entrado aleteando con ella, como si el efecto mariposa en lugar de provocar un maremoto en Singapur fuera a arremolinarse con dulzura en el fondo de mi dañado corazón o como si los finos polvillos de color de sus alas fueran espolvoreando amor en toda mi habitación y sonreí, la seguí con la mirada hasta que se posó en la puerta y entonces me acerqué para examinarla de cerca. Qué fea es, pensé, y entonces, como si me hubiera oído, salió revoloteando hacia mí y mi instinto mariposicida fue más fuerte que mi esperanzador sentimiento, lo que me empujó a estamparla contra la puerta de un finalmente ejecutado zapatillazo.

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