MALOS TIEMPOS PARA LA VIDA

El niño se abrazó a la pierna de su madre. Amedrentado y hambriento, no podía sonreír. El soldado se acercó a él, se agachó y le acarició la mejilla. Su madre no se movía. El niño aún apretaba más los brazos hasta pellizcarle la piel bajo la falda. “Es un niño muy guapo”, dijo el soldado. La madre hizo un esfuerzo y esbozó una leve sonrisa que casi terminó en una mueca de dolor. “¿Van a llevárselo?”, dijo. El soldado no respondió. Continuó su camino, pasando revista entre las demás familias. Cuando terminó, llamó al soldado adolescente y le dijo, señalando con el dedo: “Ese, ese otro, aquel del fondo y este de aquí”. “Con el debido respeto, Señor, ¿no es este niño demasiado pequeño para reclutar?”, preguntó, agachando la cabeza en señal de reverencia, el soldado adolescente. “Sí, pero agárralo, porque si no quizá la próxima vez que volvamos se nos haya muerto de hambre”.

1 comentario:

  1. Qué dolor Luzazca.
    Nada me duele tanto como los niños.
    Eres una genia.
    Y te quiero.

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