Un anciano que penetraba a una linda muchachita oriental, tras el orgasmo, profirió un escandaloso alarido de placer cuya onda expansiva destruyó todas las hormonas latentes. Y de pronto todo el mundo recuperó el rubor y, separándose bruscamente, sacudiéndose los cuerpos y colocándose las ropas, huyó rápidamente de allí, dejando las calles cubiertas de restos de éxtasis.
LOVE IS IN THE AIR
El cielo se cubrió de hormonas. Los paseantes se sorprendieron sintiendo, de pronto, una irresistible atracción por quienes pasaban a su lado, fuera cual fuera su aspecto o condición. Comenzaron ruborizándose, después acercándose, casi olisqueándose como los animales; luego, sin presentarse siquiera, sin decir su nombre o entonar exquisitas galanterías, algunos comenzaron a acariciarse, después a besarse y, perdiendo el dominio de sus actos, hacían el amor entre los coches y detrás de los arbustos. Después ya ni siquiera se escondían, pues veían a todo el mundo a su alrededor haciendo lo mismo que ellos.
Un anciano que penetraba a una linda muchachita oriental, tras el orgasmo, profirió un escandaloso alarido de placer cuya onda expansiva destruyó todas las hormonas latentes. Y de pronto todo el mundo recuperó el rubor y, separándose bruscamente, sacudiéndose los cuerpos y colocándose las ropas, huyó rápidamente de allí, dejando las calles cubiertas de restos de éxtasis.
Un anciano que penetraba a una linda muchachita oriental, tras el orgasmo, profirió un escandaloso alarido de placer cuya onda expansiva destruyó todas las hormonas latentes. Y de pronto todo el mundo recuperó el rubor y, separándose bruscamente, sacudiéndose los cuerpos y colocándose las ropas, huyó rápidamente de allí, dejando las calles cubiertas de restos de éxtasis.
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