EL SABIO ACORRALADO

Cuentan de un sabio que acostumbraba a rodearse de adeptos sedientos de consejo. Cada día se sentaba en la fuente de la plaza mayor y sus adeptos lo rodeaban esperando descubrir, en alguna de sus sabias frases, el secreto de sus anhelos. Como buen sabio, cada día había de dar a sus discípulos un consejo nuevo tan válido como el del día anterior, manteniendo de este modo su buenísima reputación. Al principio todo fue sencillo, pues antes de ser sabio había sido filósofo, y antes de ello aprendiz, y antes aún joven inquieto y afanoso. Por lo tanto, en su mente refulgían tantas ideas profundas sobre las que basar sus sabios consejos que no tuvo ninguna dificultad en ganarse el cariño y la admiración de sus seguidores.

Pero un día el sabio se levantó y no supo qué iba a decir cuando llegara a la plaza. Se sentó en su diván, preocupado, y reflexionó acerca de lo que iba a decir, pero no se le ocurría nada. De pronto recordó una frase de Cleóbulo de Lindos, uno de los siete sabios de Grecia, que decía: “Si eres rico no seas orgulloso y si eres pobre no seas humilde” y se dio cuenta de que la frase encerraba una máxima mayor, que es la invitación a la moderación. De este modo, podría construir cualquier frase consistente en aconsejar a cualquier persona, según su oficio, su constitución o su carácter, no exagerar su característica principal, y siguiendo esa fórmula podría dar consejos indefinidamente, de tal modo que pudiera decir, por ejemplo: “si eres fuerte no luches”, o “si eres hermosa no te maquilles”, o “si eres desgraciado no llores”, y siempre el resultado sería aceptado y aun admirado por el auditorio. Fue como descubrir su filón de oro.

Y así vivió durante años teniendo siempre una frase para sus adeptos que los iluminase en el camino de la moderación, aumentando tanto el número de admiradores como su fama de gran hombre.

Un día, sentado en la plaza, rodeado de sus oyentes, dijo: “si eres bueno, no concedas”; todos asentían cuando un hombre enjuto, sin apenas cabello sobre su cabeza, mal vestido y peor aún aseado, se levantó y dijo: “Y si eres sabio, no aconsejes”.

Y aquí termina esta historia.

1 comentario:

  1. De dónde te vendrán tantas historias, Luz.
    Cuánto me alegro de leerte.
    No hay nadie que narre tan bien como lo haces tu.
    Estoy muy contenta de encontrarte.
    Un abrazo grande amiga.

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