LA AVIDEZ

Entraron en aquel restaurante. La mujer del pelo corto no paraba de repetir: “ya veréis, os va a encantar, os vais a chupar los dedos” y expresiones similares. Se sentaron en la única mesa libre y con un gesto llamaron al camarero.

-Dígame, señora.
-Queremos una de esas bandejas que tenéis de pollo y patatas.
-¿Cuatro medios pollos, señora?
-No, no, eso es mucho, dos medios pollos, es decir, un pollo entero para los cuatro estará bien -miró a los demás-. El pollo no engorda pero tampoco vamos a reventar, ¿verdad?

Recibió la confirmación de su marido y sus amigos, que agitaron la cabeza asintiendo. Desde fuera, desde la mesa de al lado, la de detrás o cualquier otra mesa, se veía con claridad que el tamaño de aquellos cuatro comensales era mucho mayor que el pollo que pretendían ingerir. “Se quedarán con hambre”, pensó el camarero. Por eso preguntó: ”¿Seguro?”. La mujer insistió, con gesto ofendido: “Sí señor, seguro, con un pollo tenemos suficiente”. “Se quedarán con hambre”, pensó una mujer que comía sola en la mesa contigua.

Al rato se presentó el camarero con la bandeja del pollo. Todos se lanzaron unánimemente a probar las patatas fritas, como si temieran entretenerse chupando un huesecillo y perder parte de su ración, que todos intentaban aumentar frente a la de sus compañeros y finalmente ninguno consiguió, si bien hicieron desaparecer todas las patatas fritas en menos de dos minutos. Pasaron al pollo: era un pollo asado a la brasa típico del lugar, con un adobo que le daba un sabor extraordinario. Llevaban apenas un minuto comiendo cuando uno de los dos hombres, el más obeso, se levantó y excusándose fue hacia el baño. Los demás siguieron comiendo, respetando el cuarto de pollo que calculadamente le habían reservado.

El hombre cruzó la sala en dirección a los aseos. Justo delante de él, nada más girar, fuera del campo de visión de los suyos, estaba el fogón donde, además de servir los pollos a los camareros para las mesas, también vendían pollos para llevar. Se acercó hasta él y pidió a la chica un pollo entero para llevar. “Ha tenido suerte, ahora no hay nadie; hace un minuto había una cola enorme”, le dijo la chica, quien encerró el pollo en una fiambrera metálica, encajando y aplastando la tapa bajo un ingenio mecánico especialmente diseñado para ello, y luego lo metió en una bolsa. El hombre pagó el pollo y se fue caminando hacia la puerta, como haría cualquier otro cliente. Junto a la puerta de salida se encontraban los aseos. El hombre abrió la puerta de los aseos y entró en el de caballeros. “Gentlemen”, se leía en la puerta, bajo un simple dibujo de un monigote presumiblemente vestido con un traje, lo que se deducía por contraposición al mirar, en la otra puerta, el otro monigote, el que convivía con el letrero “Ladys”, cuyo atuendo simulaba un vestido. Por un segundo, en una fulminante reflexión, el hombre se preguntó que ocurrió primero, si el dibujo infantil o el cartel del aseo, es decir, si los niños pintan esos monigotes al dibujar hombres y mujeres porque han visto los letreros en los aseos de los bares y restaurantes o bien son los fabricantes de carteles quienes, enternecidos por los dibujos infantiles, los han elegido para elaborar sus letreros.

Dentro, cuatro urinarios pegados a la pared y dos lavabos precedían las puertas de los aseos individuales. El hombre cruzó entre sanitarios que no le interesaba utilizar y veloz, mirando a los lados, como huyendo, se metió en el segundo compartimento. Echó el cerrojo, cerró la tapa del retrete, sacó un trozo de papel higiénico y la limpió un poco; luego se sentó, cruzando las piernas, para que no se vieran desde fuera, en caso de que alguien entrara y agachara la cabeza buscando unos pies tras la puerta; así parecería un retrete averiado, en lugar de uno ocupado, que siempre genera una expectativa que en ese momento no quería provocar. Una vez sentado y tras haber cruzado a duras penas las piernas, colocó la bolsa del pollo sobre ellas, la abrió y levantó la pestaña que atrapaba la tapa dentro de la fiambrera. A toda velocidad, más engullendo que paladeando el pollo, comenzó a comer, tirando primero de las alas, después de los muslos, arrancándolos con una mano mientras con la otra sujetaba el resto del pollo para que no se resbalara ni un trozo, ni la más pequeña gota delatora, hacia el suelo. Mordía la carne y, casi sin masticarla, la deglutía con fuerza, tragando con ansiedad, para sentir el recorrido del pollo por su gaznate mientras su boca se impregnaba de aquel delicioso sabor apenas sin esfuerzo, como parte de un todo que sucedía atropelladamente, sin tiempo para detenerse.

Comió un pollo entero en apenas cuatro minutos. Cuando terminó, y créanme que terminó todo el pollo, chupando hasta el último hueso, y que ni el ama de casa más acostumbrada a convertir las sobras en croquetas habría podido sacar ni el más mínimo resto de aquella fiambrera, volvió a colocar la tapa, aplastándolo todo para disminuir su tamaño lo más posible y, cerrando la bolsa, ayudado con las dos manos, apretó nuevamente hasta reducir los restos a un amasijo del tamaño de una pelota de tenis. Tiró de la cadena, quizá por costumbre, ya que fuera no había nadie y, saliendo del compartimento, tiró su pequeño amasijo en la papelera, cruzó los lavabos, donde se detuvo un segundo a lavarse un poco las manos, salió de los aseos y volvió a recorrer todo el camino hasta su mesa.

-Vaya, ya estás aquí -le dijo su esposa-. Hemos pedido otro pollo, el camarero tenía razón, uno era muy poco para los cuatro y nos estábamos quedando con hambre. Está tan rico.
-Genial –respondió y, sentándose en la silla, continuó comiendo su trozo reservado, esta vez sí, paladeando lentamente cada bocado.

Su mujer no dijo nada pero vio claramente que bajo su barbilla se le había quedado pegado un trozo de pollo que no tenía cuando se levantó para ir al lavabo. Al salir pasaron por el fogón y su mujer, mirándolo con picardía, dijo: “¡Mira, también venden pollos para llevar!”, pero él, lejos de comprender aquella mirada llena de sarcasmo, pensó: “si tú supieras” y siguió caminando con aire triunfal.

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